17 de abril de 2007

El imperio de los audaces

"Una de las causas que contribuyen más poderosamente a la fatal supresión de la conciencia pública en la Ar­gentina, es la falta de partidos políticos, que teniendo ideas diferentes, tendencias propias, distintas aspiraciones populares, buscando ideales, con medios de gobierno que no pueden confundirse, obligan a todos los ciudadanos a interesarse en la gestión de los negocios públicos y al nombrar sus representantes les dan un programa, obli­gándolos a que encierren en él sus actos. Los gobernantes manejan la cosa pública, no a nombre propio, sino a nombre del partido que los ha nombrado, y la responsabilidad de los actos de gobierno, de acuerdo con la plataforma, no es sólo del individuo que está en el poder, es también de todo su partido, que siempre la acepta. Otra ventaja de los partidos políticos, es que el gobernante está constantemente vigilado y discutido, y por su propio partido, para no dejarle separarse de su programa, y por los partidos contrarios, interesados en oponerse al triunfo de sus ideas y en denunciar sus actos ilegales para debili­tarlo o sustituirlo. La mayor de todas las ventajas es, que en los países bien constituídos, con partidos reconoci­dos, no solo gobierna, en el sentido lato de la palabra, el partido que está en el poder gobiernan también los otros que están fuera de él, discutiendo las leyes, y cuando es necesario, entendiéndose y combinando sus elementos y sus recursos en bien de la comunidad; y así se consigue que sirvan al país todos sus hombres y que no se esterilicen las poderosas fuerzas que están fuera del gobierno".

Hartos de esperanzas frustradas, de proyectos incumplidos, de muertes injustas y de ideales vendidos por cuatro monedas, los argentinos hemos decidido retirarnos de la política. Así es. Hemos decidido dedicarnos a atender nuestros problemas cotidianos y librar a la suerte el destino de nuestra nación. Hemos abandonado, en campo hostil y en cruel inferioridad de condiciones, al puñado de compatriotas probos y honestos que aún pelea por sus ideas, defiende nuestros intereses y cree en un país mas justo. Los hemos dejado solos. O peor aún: Los hemos dejado rodeados de parásitos que utilizan a la política como medio de vida. Mas decididos y audaces que nosotros, estos personajes inescrupulosos se arrojan a la actividad pública dispuestos a saciar su hambre voraz de riquezas y poder, botín que jamás podrían obtener en la actividad privada.

Nosotros hemos preferido escuchar el discurso perverso de algunos medios de comunicación que descubren un ladrón detrás de cada hombre o mujer dedicado a las actividades políticas. Es comprensible. En cierta manera, es lo que queríamos escuchar. Suena a música para nuestros oídos todo aquello que nos libere de las responsabilidades cívicas con las que ingresamos a la sociedad al convertirnos en personas adultas. ¿Es que no nos damos cuenta que los espacios que abandonamos son ocupados por corporaciones cuyos objetivos e intereses nada tienen que ver con el bienestar de la república y sus habitantes? ¿Resulta tan complicado ver que a mediano plazo pagaremos las consecuencias de nuestra desidia, escasa participación y falta de compromiso? Sin la menor autocrítica, llegada la hora del desastre, nos asombramos y comenzamos a regalar culpas como caramelos. Lamentablemente, suele ser demasiado tarde.

Es preciso recuperar el interés por la cosa pública. Es necesario, por el bien de las instituciones, instalar en la conciencia de los ciudadanos la necesidad imperiosa de dedicar tiempo a cuestiones que tengan que ver con el Estado, en cualquiera de sus múltiples niveles o dependencias. Debemos reconstruir y volver a confiar en los partidos políticos. Ese es el espacio que nos ofrece la democracia para acceder a los cargos públicos. Allí podremos exponer nuestras ideas, escuchar los juicios de los demás y enriquecer nuestra civilidad. Es preciso recuperar el espacio que hemos perdido. Cuanto antes, mejor.

Perdón; Habíamos olvidado informarles que las palabras que inician este texto fueron escritas en 1890.

Estudiar con profundidad la historia de nuestro país forma parte de nuestros deberes cívicos. Es muy importante que las sucesivas generaciones conozcan las experiencias del pasado para no cometer los mismos errores que los hombres de ayer.

¡Que difícil sería nuestra vida si cada 5 años recomenzáramos nuestros días sin recordar nada de nuestro pasado!

Bibliografía

"Buenos Aires, su naturaleza, sus costumbres, sus hombres", Carlos D'Amico, 1890

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