2 de noviembre de 2006

De Uruguayana a los cafetales

Al iniciarse la Guerra de la Triple Alianza, Paraguay invadió la provincia de Corrientes (Argentina) y el estado de Río Grande (Brasil), llegando a tomar posesión de las localidades de Goya, por el río Paraná, y de Paso de los Libres, Sao Borja y Uruguayana por el río Uruguay. Tras la batalla de Yatay, en la que tropas al mando del Gral. Venancio Flores vencieron a los invasores causándoles grandes pérdidas, el resto del ejército guaraní quedó encerrado en la localidad brasileña de Uruguayana al mando del Tte. Cnel. Estigarribia. Sin escapatoria, hostigados por el hambre y las enfermedades, los sitiados se rindieron sin luchar tras algunas negociaciones que garantizaron la seguridad de Estigarribia y de algunos oficiales. La soldadesca no tuvo tanta suerte. Los aliados se repartieron los prisioneros para incorporarlos a sus batallones obligándolos a luchar contra su patria. Pero no todos tuvieron esa "suerte". Una buena cantidad de ellos fue destinada a trabajar como esclavos en los inmensos cafetales brasileños.

Enterado de la situación, el Mariscal Francisco Solano López pidió explicaciones a su par argentino acerca de la "inhumana crueldad" a que estaban siendo sometidos los prisioneros. El Gral. Bartolomé Mitre negó los cargos ofendido: "... lejos de obligar a los prisioneros a ingresar violéntamente a las filas del ejército aliado o de tratárselos con rigor, han sido tratados ellos no solamente con humanidad, sino con benevolencia, habiendo sido muchos de ellos puestos en completa libertad". No había secado la tinta de la carta a Solano López, cuando escribió al Dr. Marcos Paz, vicepresidente en ejercicio de la presidencia: "... nuestro lote de prisioneros en Uruguayana fue de poco mas de 1400. Extrañara a Ud. el numero, que debiera ser mas; pero la razón es que por parte de la caballería brasileña hubo en el día de la rendición tal robo de prisioneros, que por lo menos arrebataron 800 a 1000 de ellos, lo que muestra a Ud. el desorden de esa tropa, la falta de energía de sus jefes y la corrupción de esa gente, pues los robaron para esclavos; hasta hoy mismo andan robando y comprando prisioneros del otro lado. El comandante Guimaraes, jefe de una brigada brasileña, escandalizado por este tráfico indigno, me decía el otro día que en las calles de Uruguayana tenía que andar diciendo que no era paraguayo para que no lo robasen...".

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